Saturday 14 February 2009

Definiciones del arte

Existen muchas definiciones de arte, ARTE, con mayúsculas si se quiere, y, en este caso, serán las artes plásticas las protagonistas de estos artículos.
Los griegos asignaron nueve musas para otras tantas expresiones de lo que ellos consideraron arte. Clío para la historia, Euterpe para la música, Talía (sin hache), para la comedia, Melpómene, para la tragedia, Terpsícore, para la danza, Erato era la musa de la elegía, la amable, Polimnia amparaba a la poesía lírica y a los aedas que la cantaban, y, finalmente Urania, la celestial, ocupándose de la astronomía (La poetisa Safo de Lesbos fue recompensada con el cumplido de ser llamada la décima Musa por Platón. Un guiño d'altri tempi a una tendencia más vigente que nunca).
Eran las encargadas de mediar entre lo divino y los seres humanos, dando el conocimiento de lo eterno asignándoseles la inspiración artística.
Llama la atención que, habiendo musas particulares para la comedia y la tragedia, una para la historia y otra solo para la poesía lírica, es decir, dos musas para lo que hoy conocemos genéricamente como teatro, no haya una musa para la pintura, la escultura, la arquitectura. Curioso en un mundo dominado por la belleza, que alcanzó la cima del equilibrio estético y la armonía sentando patrones universales que perduran hasta hoy.
Si nos remontamos al arte neolítico, en los albores de la prehistoria, nos sorprendemos con la calidad de los motivos representados, su fidelidad al modelo y el esfuerzo técnico desplegado en su ejecución. Lascaux y Altamira son los más conocidos. Obras casi perfectas… si no fuera porque sus autores nunca pensaron en hacer arte, mucho menos en procurarse un placer estético (aunque sí trascendente al perfilar sus manos como firma). Simplemente dichas representaciones respondían a la necesidad cotidiana y doméstica de alimentarse, y lo conseguían mediante el rito mágico de la reproducción fidedigna del animal deseado en las paredes de las cavernas o en los telones de grandes rocas protegidas de los elementos. Mientras más fiel era la representación del animal deseado, más probabilidades tenían de capturarlo.





Para los egipcios, el arte estaba subordinado al rito, al concepto mágico del Ka, el alma destinada a una vida después de la vida para la que se preparaban durante toda su estancia terrenal. Aun así, rígidas leyes regían las representaciones que, de la vida cotidiana, en todos los estamentos de la sociedad, hicieron del “arte” egipcio, un algo mágico que ha fascinado al ser humano desde la misma antigüedad hasta ahora. Pero ese era el que podríamos llamar arte oficial.
Y fue ese Ka, el que llevó al arte egipcio (sin comillas), a las máximas alturas de eso que hace que los sentidos transporten al espectador hasta los orígenes de la emoción. Otra vez, la necesidad de representar lo más fielmente al individuo que debía presentarse a los dioses en el Más Allá de la mejor manera posible, llevó a contar con un gran número de artesanos (¡!) que, desde el anonimato de una labor realizada “rutinariamente”, como medio de ganarse la vida, alcanzaron, sin saberlo, lo que hoy consideramos el summum del realismo. Ejemplo sublime: el Escriba Sentado de Sakkara.
En Mari nació el retrato. Frase hecha pero certera. Ese reino, del que se sabía muy poco, se remonta al quinto milenio A.C. Uno de los primeros descubrimientos fue una sencilla estatua con un hombre de gesto recogido donde, a pesar de la mutilación, recibía a los asombrados arqueólogos con una amable sonrisa: Yo soy Lamgi Mari, rey de Mari. Innumerables estatuas con expresivos ojos de azul lapislázuli hablan del culto de este pueblo semita y su entrega a los dioses… retratos que tienen su equivalencia en las antípodas, en la lejana Rapa Nui, El ombligo del mundo, donde los inescrutables moais adquieren su verdadera expresión cuando se les reponen esos ojos de coral y conchas marinas con los que contemplan hieráticas el horizonte buscando esa Polinesia de donde vinieran sus creadores. Curiosa (?) simetría.
Algo queda claro: el hombre crea sus dioses a su imagen y semejanza y, cuando les rinde culto, ofrenda a sus propias experiencias, a sus conocimientos y a la estética y requerimientos que le ofrece y le impone la naturaleza que lo rodea. Solo puede creer en lo que conoce, aunque se invente misterios.






Algo más: citando a alguien que nunca existió podemos decir que…con Dios debemos tener la máxima prudencia, puesto que es Él quien determina el poderoso atractivo de lo más bajo de la naturaleza humana.
Poeta, no cantes a la lluvia ¡Haz llover! El artista, como un pequeño dios, lleva en sí el germen de la creación y ésta conlleva, como valor agregado, también lo peor de la naturaleza. Ello nos permite admirar a Bacon, a Dix, Picasso y sus Guernicas, Schiele y unos cuantos más).
Sigue en pié la pregunta: ¿Qué es arte? Intencionadamente no he querido apelar a las innumerables definiciones, más o menos acertadas, que están a disposición de cualquiera que desee tomarse el escaso trabajo que se requiere para conseguirlas. La accesibilidad a todo tipo de información que en la actualidad se le ofrece a cualquier hijo de vecino, en esta contemporaneidad tecnológica e informática, obliga a una cierta humildad de modo que los temas tratados apelen más a una continuidad de la búsqueda por cuenta propia que a dar una doctísima e inapelable clase magistral que “agote el tema”.
Cabe hacer la salvedad de que, esa misma democratización de la información provoca que la red esté plagada de errores, involuntarios unos, y otros no tanto. ¡Menos mal! Así no se pierde del todo ese diálogo imprescindible en un cara a cara que, al menos por ahora, hace la diferencia entre un humano y un robot. (Quien escribe ha encontrado obras de Modigliani atribuidas a Matisse…)

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